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lunes, 7 de noviembre de 2016

Organizó su velorio e invitó a sus amigos para ver quién iba. Video

Vera Lucía Da Silva tiene 44 años, vive en Brasil, y soñaba con asistir a su funeral

 
 
 

BRASIL  - De los cuernos y de la muerte nadie se salva. Así dice el refrán. Y aunque algunos aseguren que jamás fueron víctimas de una infidelidad, no existe quien pueda afirmar que es inmortal. Es por eso que tarde o temprano todos intentamos imaginar cómo será ese día. ¡De terror! 

Vera Lucía Da Silva no es la excepción: desde hace años viene ideando cómo será morir y, más precisamente, cómo será su velorio. Y aunque tiene planificado desde hace rato todos los detalles que le gustarían para su despedida, decidió hacer un ensayo general... Sí, organizó su propio funeral.

Ella tiene 44 años, nació en Brasil y es sana. Pero desde hace rato que la obsesionaba saber qué harían sus seres queridos el día en que ella muera. Por eso organizó su velorio. Y no improvisó en nada. La primera movida fue elegir el día y optó por el 2 de noviembre, el Día de los Muertos, sí.

Luego, se acercó hasta una casa velatoria de Ceará, en el noroeste brasileño, donde vive, y preguntó cuánto le salía alquilar una sala, un féretro, maquillarla y adornar el lugar con flores. Espantado, el dueño del lugar la sacó corriendo, aunque luego de insistirle un buen rato, accedió.

Ya con todo listo, armó una lista de invitados, en la que incluyó a familiares, amigos y conocidos. "Ellos se pensaron que era un chiste, pero terminaron aceptando que era uno de mis sueños", le contó la misma Vera al Daily Mail.

El último miércoles, el día elegido para "celebrar" su muerte, Vera llegó a la cochería y se puso en manos de los encargados de prepararla. "Me maquillaron, me prepararon como si realmente estuviera muerta y me acosté en el ataúd", relató la mujer.

Y agregó: "Lo más difícil fue quedarme quieta, pero creo que salió todo bien". Y parece que no es sólo una manera de decir. Después de cinco horas de velarla, Vera se levantó y les agradeció a los presentes. "Vino todo el mundo: mi suegro, mi suegra, mi hermana, mi cuñado y mis amigos. Todos se quedaron sorprendidos y respetaron mi momento", señaló.

Pero lo que más agradeció fue el gesto de Irene, una de sus mejores amigas. "Ella estuvo desde el primer momento conmigo. E incluso lloró durante la ceremonia", remarcó Vera, quien no lo dijo pero sabe que, aunque suene extraño, los gustos hay que dárselos en vida.

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